Ayudar: Un hábito diario
En estos tiempos saturados de información y noticias desafortunadas es importante hacer un ejercicio de introspección respecto a el impacto positivo del apoyo desinteresado. El ayudar es un acto muchas veces egoísta, que busca algo a cambio, sin embargo, al convertirse en un acto que no espera nada a cambio, puede convertirse en un impacto que trasciende más allá de lo imaginable.
Es crear comunidad
Una de las virtudes de ayudar a otros es cómo esto beneficia la creación de la comunidad. El apoyar al prójimo de una manera desinteresada tiende a crear una relación que puede escalarse a distintos niveles dependiendo el impacto que pueda llegar a tener en los individuos que viven estas experiencias. Esta relación causada por la ayuda constante y desinteresada desemboca en una comunidad. Es este continuo y generoso accionar hacia aquellos que pudiesen necesitar de ti como persona, lo cual solidifica las dinámicas sociales entre aquellos que nos rodean.
Ayudar a los demás es ayudarte a ti mismo
Apoyar a aquellos que lo necesitan tiene un impacto personal respecto a la percepción de las situaciones. Ayudar fomenta la empatía y la reflexión, el optimismo y la paz mental. El apoyo a los demás debe ir más allá de una percepción egoísta, sin embargo es una oportunidad invaluable de expandir nuestra conciencia y crecer como personas. Son oportunidades de introspección y análisis personal que no podemos vivir de ninguna otra manera.
Es gratitud
El apoyo no siempre es una virtud desinteresada, desafortunadamente para muchos debe de haber un retorno intrínseco en su accionar. Es decir, algunos esperan favores a cambio, alguna remuneración, o como mínimo, las gracias. Este proceso de gratitud no debe de ser una obligación de parte de aquel que percibe estas acciones. Si bien a veces los gestos en retorno pueden ser de la misma manera agradables para uno, la ayuda no debe de estar sujeta a un juicio egoísta. La gratitud de quien actúa de manera desinteresada le da una gran satisfacción propia.
El ayudar no debe de ser un acto aislado sino un hábito en nuestro día a día. Debe de ser un valor inculcado a nuestros hijos y reforzado en la práctica. El fomentarlo nos consolida como personas más completas cuyo impacto tiene un eco que retumba en la eternidad.